La mente es el componente metafísico con el cual experimentamos nuestra existencia. Si bien es cierto que no le podemos observar directamente, también es verdad que podemos constatar su efecto o manifestación. A dicho efecto le llamamos consciencia la cual es la capacidad de estar alerta, de interactuar con el exterior y de hacerlo con un sentido de identidad al cual llamamos yo.
Una característica de la mente es su capacidad reactiva. Ante las situaciones o estímulos de la vida reacciona de 3 maneras posibles: 1- Agrado, activando dopamina, serotonina y noradernalina con la finalidad de generar una respuesta placentera provocando una tendencia a repetir el estímulo. 2- Desagrado, activando cortisol y adrenalina para provocar una respuesta de molestia y así generar aversión al estimulo y evitarlo. 3- Habituación, se da como resultado de la experiencia constante de agrado o desagrado reduciendo la respuesta de placer o molestia.
Uno de los estímulos más potentes y constantes para generar las 3 respuestas mencionadas es la tecnología contemporánea, en especial la que utiliza pantallas (celulares, T.V., tablets, etc). Su interacción y diseño están basados en los principios del condicionamiento operante, por lo que promueven una fascinación y atracción total.
Otra de las cualidades de la mentes es lo que en inglés se expresa como “monkey see, monkey do” y que en psicología llamamos aprendizaje vicario. Esta cualidad nos lleva a hacer lo que vemos en otros, incluso si lo consideramos inadecuado o reprobable podemos terminar haciéndolo si nos hemos expuesto a ello por mucho tiempo. Esto lo vemos desde nuestro comportamiento en grupo (conciertos, partidos de fútbol, misa, manifestaciones sociales) hasta en nuestros patrones conductuales modelados por los miembros de otra cultura (por ejemplo, los mexicanos manejamos extraordinariamente bien en USA, pero no en México)
Ahora bien, entendiendo que la mente se conoce por su efecto (consciencia) y que este reacciona con agrado, desagrado y habituación y que las tecnologías (pantallas) estimulan la repetición de conductas positivas y negativas podemos entonces comprender lo vulnerable que somos ante su uso. Nuestra mente puede ser fácilmente “secuestrada” por el contenido visual e ideológico que las pantallas nos presentan.
Desde el niño de 13 años adicto al porno, hasta el adulto que procrastina en redes sociales, pasando por los jóvenes que se unen a grupos extremistas donde encuentran “inspiración” para las matanzas escolares, todos somos susceptibles de un uso nocivo de la tecnología.
Pero también lo opuesto es cierto. Somos susceptibles a darle un uso positivo y constructivo de las redes y las tecnologías. Información, conocimiento, comunicación, entretenimiento, aprendizaje, cultura y muchas cosas positivas más están ahí aguardando para que las descubramos y nos enriquezcamos.
Por eso los papás tenemos la responsabilidad con nuestros hijos de encausar lo positivo y constructivo y ayudarles a evitar lo negativo y nocivo, para que así sean ellos los que están en control de su mente y no las tecnologías controlándoles.
Poner horarios, filtros de contenidos y hablar directamente con los hijos de los beneficios y riesgos de las redes resulta fundamental para un uso apropiado de las mismas.
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