En el 2014 mi familia y yo salimos de México buscando atención médica para el menor de mis hijos. Nunca imaginé que diez años después seguiría fuera de mi país, el dicho “uno propone y Dios dispone” se cumplió a cabalidad para nosotros.
Recuerdo que, en el año de nuestra partida, experimentaba una profunda decepción por la vida política de mi país. Después de haber vivido la enorme desilusión que fue el presidente Vicente Fox, tras derribar 70 años de “la tiranía perfecta del PRI”, y después de ver la descomposición social y los altos índices de violencia con los presidentes Calderón y Peña, muchos aseguraban “no se puede estar peor, por lo que votaré por AMLO”. Han pasado diez años, y mi querido México sigue sumergido en la corrupción, la violencia y la desigualdad.
Pero en aquel entonces, no solo era decepción lo que experimentaba, era también el deterioro de la vida diaria, de las instituciones y de las garantías básicas. Mi familia y yo vivimos en carne propia dicho deterioro a través de asaltos, tiroteos, robos e incluso familiares desaparecidos. Todo eso hizo que la situación en la que se encontraba el país, y aún se encuentra, nos doliera profundamente.
Siempre he tratado de no ser indiferente a la situación política, social y económica de México. Durante años tuve un programa de radio donde abordaba estos temas junto con mis invitados. También solía escribir en distintos periódicos de mi ciudad y desarrollé programas de intervención psicológica para las víctimas de la violencia y pacientes con trastorno por estrés postraumático. Incluso, junto con unos amigos, generamos un movimiento llamado “Ciclistas por la Paz” para exigir a los políticos seguridad en las áreas recreativas de la zona metropolitana de Guadalajara, lo hicimos después de presenciar el terrible asesinato de Alejandro Guerra, un hombre que sin deberla ni temerla fue asesinado por la descomposición del tejido social que ya se vivía.
Dicho activismo, si así le quieren llamar, estuvo dirigido al mal gobierno independientemente del partido. Perdí mi programa de radio por criticar al gobierno de Calderón, Ciclistas por la Paz enfocó sus esfuerzos contra el gobierno municipal del PRI y durante el Gobierno de Peña escribí columnas en su contra, además de participar en diversas manifestaciones. Estoy convencido de que al Gobierno de cualquier partido se le juzga y se le pide cuentas y que la votación es el medio en donde se les recompensa o se les castiga, como recientemente lo expresó Enrique Krause.
Después de todos estos años viviendo en un país que no es el mío, México sigue siendo mi origen y el lugar de muchos de mis pensamientos. Ahí se configuró mi ser; como pienso, como actúo, como me relaciono, como disfruto de la comida, como experimento la vida. Soy mexicano, viviré mexicano y moriré mexicano. México es, además, el país donde tengo el derecho de ejercer mi voto a pesar de estar en el extranjero.
Pero la situación actual de México, y también la de EUA, me hacen sentir un abismo político. No encuentro consuelo, ni anhelo, ni esperanza en las opciones políticas disponibles. En el caso de México la decisión es entre la malaria y la viruela. En el caso de EUA, la decisión es entre la demencia y el narcisismo. El panorama luce desolador y no encuentro a quién apoyar, con quién identificarme y sobre todo con quién ver un rumbo que ofrezca un futuro mejor. Me siento como un huérfano político.
En México, las etiquetas de izquierda o derecha, liberales o conservadores sirven de muy poco. Es un sistema de chapulines políticos que un día dicen una cosa y al otro otra. Un día atacan a unos y al otro día hacen alianza. ¡¿Quién iba a imaginar que el PRI y el PAN harían alianza?! después de la jurada enemistad que por décadas nos hicieron creer. O quién imaginaría que el expresidente del PRI en Tabasco haría su propio partido atacando al “PRIAN” mientras ejerce las mismas prácticas que el PRI. En México, los políticos no tienen un pensamiento filosófico/ideológico claro, o si lo tienen, podríamos decir que es un pragmatismo rapaz, lo que les funcione para avanzar en su carrera y propósitos personales es lo que hacen. Igual un día dicen ser trotskistas, como el otro día dicen ser católicos como es el caso de la candidata de la “oposición”. O un día dicen estar en contra del aborto y al otro a favor. O un día en contra del capitalismo y al otro a favor. Bailan el son que les pongan, pero no tienen su propia música.
En EUA el panorama no luce mejor. Como lo mencioné, nos dan a escoger entre la demencia y el narcisismo. La diferencia es que los partidos aquí si tienen un pensamiento filosófico/ideológico pero llevado al extremo, al punto que la sociedad está fragmentada. En un país y en otro, los políticos se han encargado de dividirnos al punto que la violencia puede irrumpir en cualquier momento. Juegan con fuego, sabiendo que los quemados somos los ciudadanos y no ellos.
Las circunstancias actuales de cada país y de la situación internacional demanda líderes políticos con convicciones claras, con comprensión profunda de la realidad socioeconómica de su país y del mundo. Líderes que comprendan que la inteligencia artificial cambiará el panorama laboral, bélico, académico y social como ninguna otra tecnología lo ha hecho. Políticos que sepan construir puentes y ofrecer soluciones a los problemas sociales, económicos y políticos del presente, con una visión de futuro. Tristemente ni Claudia, ni Xóchitl parecen ser capaces del reto en México, ni Trump o Biden en EUA. Ya sea la incompetencia, la personalidad o la avanzada edad tanto en un país como en el otro el barco se siente a la deriva. La pregunta es ¿qué podemos hacer?
No quiero decirle a mi lector, qué tiene él o ella que hacer o por quién votar o no, pero si compartirle lo que yo he decidió hacer. Votaré por el bien posible y no solo por el mal menor. Esta opción es algo que le escuché al Padre Santiago Martín y me hizo sentido. Es verdad que
Claudia y Xóchitl son la malaria y la viruela, y que Trump y Biden son la representación del narcisismo y la demencia, pero incluso entre enfermedades físicas y mentales hay unas más graves que otras. No es lo mismo que le amputen a uno la cabeza a que un brazo, y no solo eso, no es lo mismo lo que uno puede hacer sin un brazo que sin la cabeza.
Desde esta perspectiva, anular o votar por un independiente no resulta viable, pues no hay bien posible en ello. Claro, uno está en su derecho de hacerlo, pero bajo la premisa del bien posible nada se gana.
Pienso que, en el caso de México, ese bien posible es más probable con Xóchitl, pero no me mal interpreten, ella está muy lejos de tener la capacidad o la competencia para el reto histórico que existe. No es, y por mucho, la persona que quisiera ver en el Gobierno. No tiene el conocimiento, el liderazgo, la capacidad, la etiqueta, ni las habilidades sociales que el puesto demanda, pero representa la oportunidad de un bien; el de dejar madurar la democracia que tanto le ha costado a México y protegerla del tinte autoritario del Gobierno actual y de su elegida.
Me gustaría que tanto en México, como en EUA hubiera otras opciones, pero no las hay. Así que en esta orfandad política es necesario mantener la esperanza de que algún día, tendremos un líder a la altura. EUA lo tuvo con Reagan, Inglaterra con Churchill y Tatcher, y Francia con De Gaulle. Tal vez México un día lo tenga con un gran líder y EUA lo vuelva a tener, pero mientras tanto, pensar en el bien posible, por lejos que esté del ideal, pareciera ser la única opción viable.
Queridos lectores, ustedes hagan su análisis y su conclusión de cuál es ese bien posible y voten en congruencia. Pero si me permiten un consejo, no dejen que su candidato esté por encima de sus familiares y amigos. Enemistarse con ellos porque no piensan o votan de la misma forma es irracional, pues el político se irá y quien quedará, si es que quedan, serán los familiares y amigos.
Saludos con aprecio.
Dr. Mario Guzmán Sescosse
YouTube: @DrMarioGuzman
Podcast: Descifrando Laberintos
Seminario en línea: La Transformación del adolescente
Comentários